Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

domingo, 11 de marzo de 2018

La Iglesia a través de los símbolos del Apocalipsis


Me encuentro en Ávila, participando en la novena edición de la "Cátedra Francisco Palau" de espiritualidad eclesial. Tienen la información en este enlace:

Cátedra Francisco Palau.

Les presento el esquema de la conferencia que tendré en el día de hoy:

1. Introducción

El libro del Apocalipsis suscita sensaciones encontradas en los lectores, ya que es, al mismo tiempo, atrayente y desconcertante. Sus símbolos fascinan, pero su mensaje resulta oscuro, hasta el punto de que podemos encontrar interpretaciones contradictorias de los mismos textos. Su riqueza teológica y simbólica es tan grande, que a lo largo del tiempo ha sido objeto de numerosos estudios sobre su cristología, escatología, liturgia, teología de la historia, dinamismo misionero y –por supuesto– también sobre su eclesiología. Incluso ha sido una de las fuentes de inspiración que más ha influido en el arte cristiano. 

2. La literatura apocalíptica

La literatura apocalíptica surgió en los ambientes judíos en el siglo III a.C. y se desarrolló, tanto entre los judíos como entre los cristianos, hasta el siglo III d.C., aunque hay algunas obras anteriores y posteriores que también pueden ser incluidas en esta corriente. Todos los libros apocalípticos usan numerosos símbolos: los números, las naciones, los personajes, las plantas y animales, los metales y piedras preciosas, los astros, las construcciones y todos los elementos del relato asumen significados especiales, que necesitan ser interpretados por el vidente que anuncia el mensaje. 

3. El Apocalipsis de san Juan

A finales del siglo I, en Asia Menor (la península de Anatolia en la actual Turquía) se desarrolló el llamado «círculo joaneo» o «escuela joánica», que nos han dejado el cuarto evangelio, las tres cartas de Juan y el Apocalipsis, que reflejan un trasfondo teológico común, aunque varíen en el uso del lenguaje y de los símbolos. Los personajes principales del libro son cinco: Dios, Cristo, el Espíritu Santo, la Iglesia (es el personaje que nos interesa en este estudio) y el gran dragón.

4. Las siete Iglesias: la Iglesia universal

El libro comienza con las famosas cartas a las siete Iglesias de Asia Menor (1,9-3,22). Todos somos conscientes de que las siete ciudades citadas existían realmente y de que el autor manda un mensaje particular a los cristianos de cada una de ellas. Al mismos tiempo, al elegir el número siete, que hace referencia a la plenitud, a la totalidad, el mensaje se dirige a la Iglesia universal, que engloba en sí todas y cada una de las Iglesias particulares. 

5. Los siete candelabros de oro: portadores de la luz

El candelabro sirve de soporte a la luz, tanto cuando se habla de siete candelabros (1,12.20; 2,1) como cuando se habla de dos (11,4). El candelabro no es la luz, sino su soporte, eso tiene que quedar claro desde el principio.

6. La «mujer» embarazada (Ap 12): perseguida y victoriosa

Estamos ante un símbolo ambivalente. Esta mujer, que tiene que dar a luz a Jesucristo en cada generación, representa al pueblo de Dios, a la Iglesia que, con gran dolor y superando todas las amenazas y dificultades, hace presente a Cristo en el mundo. Es verdad que es débil y que el Dragón la persigue, pero Dios la sostiene y la protege. Al mismo tiempo, la mujer vestida del sol, ya victoriosa, también evoca a María, anticipo de la Iglesia en la generación de Cristo, en la participación en sus sufrimientos y en su victoria.

7. La «nueva Jerusalén» (Ap 21): la novedad de la salvación

Esta imagen recrea un tema muy usado en el Antiguo Testamento, que habla de la restauración de
Jerusalén después del exilio. Pero lo hace desde una perspectiva cristiana. En primer lugar, la nueva Jerusalén sigue siendo la morada de Dios, pero es también el lugar donde el Cordero tiene su trono: es la ciudad de Jesucristo. En segundo lugar, se ha realizado la visión universalista de algunos profetas, que anunciaban que en la ciudad renovada habría sitio para todos los pueblos: no es la sinagoga de Israel, sino la Iglesia «católica». En tercer lugar, y posiblemente esta sea la característica más sorprendente, la ciudad no tiene templo, porque ya ha comenzado el culto «en espíritu y verdad» y han desaparecido las mediaciones antiguas.

8. Los 24 ancianos y los 144.000: La Iglesia perseguida y victoriosa

Alrededor del trono de Dios y del Cordero hay dispuestos otros veinticuatro tronos, en los que se sientan veinticuatro ancianos «vestidos con vestiduras blancas y con coronas de oro en las cabezas» (4,4). El número veinticuatro indica que la Iglesia es la reunión del pueblo de Israel (compuesto de doce tribus) y de los pueblos de la tierra; cada porción de doce representa a la Iglesia antes y después de Cristo.

Así como el número veinticuatro es el resultado de sumar doce (tribus) más doce (apóstoles), el número ciento cuarenta y cuatro mil es el resultado de multiplicar doce por doce por mil. Este es el número de los «siervos de nuestro Dios» sellados en la frente (7,4) para ser preservados en los momentos de la prueba, como en Ezequiel 9,4-6. El mismo número de los sellados en los momentos de la prueba se encontrarán después triunfantes en el momento de la recompensa (14,1), como germen y primicia de todos los rescatados, como anticipo de la Iglesia triunfante y glorificada.

9. Mis relaciones con la Iglesia

Es el escrito más original y representativo del padre Palau. También el más personal. El autor expresa sus recuerdos íntimos y sus gracias espirituales por medio de diálogos, visiones y reflexiones. Las imágenes son bíblicas y el libro del Apocalipsis tiene un peso fundamental, con cielos que se abren, presencia del Anciano en el trono, bodas del Cordero con su Esposa, altar de oro, cánticos de los redimidos, el dragón que hace guerra a la Mujer, bestias que engañan a las multitudes con sus sortilegios, batalla entre Miguel y sus ángeles contra el príncipe de las tinieblas, victoria definitiva del León de la tribu de Judá, etc.

10. La Iglesia de Dios prefigurada por el Espíritu Santo en los libros sagrados 

Es el título del último libro que publicó Francisco Palau (año 1865). De alguna manera, es prolongación y culminación de todos los anteriores. El símbolo de la ciudad está tomado del Apocalipsis, pero en su explicación lo enriquece con símbolos y explicaciones tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.

11. Conclusión

Los símbolos que usa el Apocalipsis para hablar de la Iglesia son tan ricos y logrados, que han sido usados abundantemente por los escritores cristianos a lo largo de los siglos (incluido el beato Francisco Palau, al que estamos estudiando en este encuentro) y siguen siendo utilizados en nuestros días.

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