Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

sábado, 28 de octubre de 2017

Amar no es acertar… Espiritualidad para náufragos


Ayer estuve en el hospital. Allí estaba ella, cosida a la cama, muriendo de un cáncer que le descubrieron hace dos años, todo este tiempo ha sido como un milagro, dice ella. Sonreía y desprendía paz, mucha paz, y me repetía: “¡qué felicidad, qué felicidad, y tener tanto tiempo para darle gracias a Él…!” Me daba cierta envidia su paz y su alegría.

En aquella habitación los familiares le preguntaban bromeando qué iba a dejar en herencia a cada sobrino, a sus hermanos, etc. Y ella respondía: “pero si no tengo nada”. Entonces, como una iluminación que respondiera a mis pérdidas y naufragios, se me hizo visible la evidencia: esta mujer sabe adónde va, porque se siente querida, perdonada, agradecida, y porque no tiene nada; nada que le estorbe para ponerse en marcha. 

La necesidad de ir: Iré por esos montes y riberas… dijo contundentemente Juan de la Cruz, aclarando que contemplar no es quedarse parado, ensimismado o anclado. Ese IRÉ decidido, animoso, marca una estrategia de vida, que no niega el miedo a lo desconocido. 

Amar es el camino, pero amar resulta demasiado complicado en un mundo de infinitas posibilidades y elecciones y cambios constantes. 

Tengo que aclararos el subtítulo de este libro: amar no es acertar. Mi madre, y muchas madres han dicho alguna vez: No he sabido educaros, no he sabido hacerlo. ¿Cuántos de vosotros habéis escuchado alguna vez de un familiar cercano esta expresión? Esa frase generó en mí una respuesta espontánea, respuesta que me he visto ofreciendo a muchas madres cuando he charlado con ellas y tenían parecida visión de sí mismas, rayando en el fracaso y la decepción: Mamá, amar no es acertar. 

Amar no es atinar con la solución, la palabra, la respuesta perfecta. Vivimos demasiado abrumados por la necesidad autoimpuesta de ‘hacerlo bien’, y normalmente, hacerlo bien es ‘a los ojos de los demás’, con resultados que ‘otros’ juzguen como válidos. 

Este mercantilismo moral nos está matando la capacidad de disfrutar, está evitando mucha danza y mucha sonrisa, la gente no es ya estimada por dar lo que saben o pueden, sino por el resultado productivo o exitoso de sus acciones. 

Mi madre y todas las madres han de saber que lo que de ellas recordamos y nos queda no es que hayan sido las madres perfectas, sino que se han dado como han sabido, con su educación, sus manías, su limitación, y ese darse enteras, sin reservarse, escuchar como saben hacerlo las madres, eso es lo que hace que muchos de nosotros estemos aquí y tengamos confianza para caminar, aunque no sepamos muy bien a dónde y tengamos que inventarnos cada día el camino y la aventura. 

Ellas, unidas a nuestros padres, han depositado en nosotros una confianza en que caminar por esta vida es hermoso y supone arriesgarse a tropezar, ellas no nos han otorgado seguridades y certezas que eviten nuestro propio riesgo, pero le han dado a nuestro corazón la capacidad de ir más allá de nosotros mismos. Desde que una vez nuestro cuerpo y nuestra alma fueron abrigados y acunados por ellas, desde ese día, sabemos que ya nunca más estaremos solos y caminar por este mundo es, desde entonces, tener ya el hogar dentro. 

Este es mi pequeño homenaje a mi madre y a todas las madres, no sólo las que dieron a luz hijos biológicos, sino aquellas que han engendrado la vida de otra forma y han puesto en pie la ilusión de tantos, sin mirarse a sí mismas. 

Hoy quiero que mi deseo de caminar sea como un pequeño ramo de flores dejado sigilosamente en su mesilla, sin decir nada. 

Desde ahí quiero decirte que AMAR NO ES ACERTAR, vivir no es ser perfectos. Tienes derecho a equivocarte y a seguir adelante, ningún fallo del pasado justifica que te vuelvas atrás y dejes de buscar con imaginación el camino que lleva a tu casa. 

En ese camino nos encontraremos, si naufragamos, resistiremos y lucharemos, si nos perdemos, seguiremos buscando,  y si nos equivocamos, reanudaremos humildemente la marcha, pero lo haremos dando siempre gracias por tanto como se nos ha regalado. 

Feliz aventura. “Iré por esos montes y riberas…”

Texto tomado de la presentación del libro Amar no es acertar… Espiritualidad para náufragos, del padre Miguel Márquez Calle, o.c.d. Pueden adquirirlo aquí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario