Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

viernes, 27 de enero de 2023

Las bienaventuranzas. Domingo 4 del Tiempo Ordinario, ciclo "a"


El domingo cuarto del Tiempo Ordinario (ciclo "a") leemos en misa el texto de las bienaventuranzas, en las que Jesús llama dichosos a los pequeños, a los débiles, a los que sufren y lloran, a los que se saben necesitados de un salvador, porque no pueden salvarse a sí mismos, a los que son perseguidos por su fidelidad a Dios y a Jesús. 

Como decíamos ayer, no son dichosos porque el hambre, el llanto, la persecución o el sufrimiento sean buenos, sino porque «de ellos es el reino de los cielos». Es decir, porque Dios está cerca de ellos, de su parte, identificado con ellos.

El problema es que -ayer y hoy- los hombres queremos parecernos a los que triunfan, a los ricos, a los fuertes... y no a los pequeños, a los débiles, a los que sirven en lugar de ser servidos, a los que perdonan y aman sin medida.

Pero Jesús nos enseñó que él no vino a ser servido, sino a servir, y que son dichosos los que siguen su camino, los que voluntariamente se convierten en servidores de los demás, en los que entregan su vida por amor.

Lo que Jesús propone coincide con lo que anuncia el profeta Sofonías en la primera lectura, que nos invita a ser humildes, a vivir con moderación, a confiar en el Señor.

De eso hablaba también san Pablo, que dice que los cristianos no somos los más sabios, ni los más poderosos, ni los aristócratas de la sociedad, sino que nos reconocemos pequeños y débiles, necesitados del perdón y de la misericordia de Dios.

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