Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

sábado, 22 de mayo de 2021

Mañana es Pentecostés


Las fiestas pascuales están a punto de concluirse. Es verdad que aún quedan las celebraciones de la Santísima Trinidad, el Corpus Christi y el sagrado Corazón de Jesús, que son como un corolario de este tiempo pascual, pero oficialmente la Pascua termina mañana, con la fiesta de Pentecostés.

Antes de despedirse, Jesús prometió a sus discípulos: «No os dejo solos, os enviaré el Espíritu Santo». En Pentecostés celebramos que Cristo resucitado cumple su palabra y nos regala el Espíritu Santo. No solo hace dos mil años, en los orígenes de la Iglesia, sino en cada momento, generación tras generación.

Todo lo que la Iglesia celebra a lo largo del año encuentra su cumplimiento en la fiesta de mañana: la encarnación y la vida pública de Jesús, su muerte y resurrección, todo va dirigido a un único fin: el don del Espíritu, que nos permite vivir la vida de Dios, que actúa en los sacramentos, que guía la Iglesia hacia la plenitud final.

San Pablo dice que el don del Espíritu es la demostración de que Dios nos toma en serio y nos convierte en hijos suyos: «La señal de que ya sois hijos es que Dios ha enviado a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo» (Gál 4,6).

El prefacio de la misa de Pentecostés da gracias a Dios con estas palabras: «Es justo darte gracias, Padre, pues, para llevar a plenitud el misterio pascual, enviaste hoy el Espíritu Santo sobre los que habías adoptado como hijos por su participación en Cristo. Aquel mismo Espíritu que, desde el comienzo, fue el alma de la Iglesia naciente; el Espíritu que infundió el conocimiento de Dios a todos los pueblos; el Espíritu que congregó en la confesión de una misma fe a los que el pecado había dividido en diversidad de lenguas. Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo...»

Les deseo a todos una feliz y bendecida fiesta de Pentecostés. Que el Espíritu Santo nos llena de paz y de amor. Amén.

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