Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 17 de junio de 2015

Mensaje del capítulo general o.c.d.


La foto corresponde a un cuadro antiguo que representa un capítulo general de los carmelitas descalzos (encuentro de representantes de toda la Orden que se reúne cada seis años). Como ya he tenido ocasión de comentar, del 2 al 24 de mayo de 2015 tuvo lugar en Ávila el 91º capítulo general de los carmelitas descalzos. Los más de 100 participantes, representantes de todos los territorios en los que estamos presentes, reflexionamos sobre el estado de la Orden en el mundo, reelegimos al P. Saverio como superior general y programamos un trabajo de reflexión sobre la legislación de los frailes para el próximo sexenio.

Hablo del capítulo aquí, de la reelección del P. Saverio aquí, de los 7 definidores generales aquí, de la relación de santa Teresa con los laicos (uno de los temas de estudio) aquí y del documento conclusivo aquí. También recogí una entrevista con el P. General apenas terminado el capítulo aquí.

Además de un largo documento capitular, el último día aprobamos también un mensaje del capítulo dirigido a los religiosos, religiosas y seglares unidos a la Orden por distintos vínculos. A la hora de aprobarlo, se pidió hacer algunos cambios al proyecto original. Los encargados no pudieron hacerlo inmediatamente, ya que esto fue el último día de capítulo. Finalmente, después de hacer las oportunas correcciones y de traducirlo a los varios idiomas, ha salido a la luz. Dice así:

Queridos hermanos, hermanas carmelitas, miembros de la Orden Seglar, miembros afiliados a la Familia carmelitana,

1. «Este Capítulo que estamos celebrando en el V Centenario del nacimiento de Teresa tiene una característica que lo distingue de todos los demás: no es solo un Capítulo, es también una peregrinación que estamos haciendo a los lugares de Teresa: la casa donde nació y creció; la celda donde cerró los ojos a esta vida para abrirlos a la verdadera vida que tanto deseó; el monasterio donde buscó durante años el sentido de su vida y finalmente lo encontró en una simple mirada que le atravesó el corazón». Las palabras que el P. General pronunció en la iglesia del Monasterio de San José, donde «aquella herida de amor generó una realidad nueva», describen bien el significado del acontecimiento que hemos vivido en estas semanas. Al mismo tiempo, gracias a los numerosos informes preparados de cara al Capítulo, a los testimonios y diálogos durante las diversas sesiones, cada uno de nosotros ha podido realizar otra peregrinación: la de los innumerables «lugares vivientes» (personas, comunidades, provincias, instituciones, obras apostólicas y misioneras) en los cuales nuestra Orden da testimonio de la vitalidad de nuestro carisma. Nos hemos enriquecido escuchando la voz de algunos representantes de la Orden seglar y de muchos Institutos que, inspirándose en Teresa de Jesús, forman parte de la gran familia del Carmelo. Particularmente significativo ha sido el encuentro con el grupo de nuestras hermanas carmelitas descalzas: nos han contado su vida y lo que esperan de nosotros. Hemos tenido también la alegría de escuchar la palabra de Mons. José Rodríguez Carballo, Secretario de la Congregación para los Institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, y del P. Fernando Millán, prior General de los Carmelitas. En este espíritu de comunión, hemos rogado sin cesar al Señor por la vida de tantos hermanos nuestros cristianos que sufren hoy persecución a causa de su fe.

2. Con alegría recordamos que el año Centenario ha sido introducido y acompañado por la palabra paterna y autorizada del Papa Francisco: el Mensaje al Obispo de Ávila (15 octubre 2014) y la Carta al P. General (28 marzo 2015). Su llamada a los elementos esenciales de la doctrina y de la experiencia teresiana –la alegría, la oración, la vida fraterna y la pasión por la Iglesia de nuestro tiempo– son motivos de reflexión para todo el Carmelo, no solamente en este momento de gracia sino también para el futuro. Por una feliz circunstancia, el Centenario y el Capítulo tienen lugar mientras toda la Iglesia está viviendo el Año de la Vida consagrada (cfr. la Carta a todos los consagrados del Papa Francisco y el Mensaje para el Año de la Vida consagrada del Prior General OCarm y del Prepósito General OCD) y se está preparando al ya próximo Jubileo Extraordinario de la Misericordia. El tema del Jubileo encuentra en el Carmelo un eco particular, dado que Teresa reconoce que toda su vida estuvo marcada por la riqueza de la misericordia del Señor (cfr. Vida 4,3-4.10; 14,10; 19,5.15; 3M 1,3; 7M 1,1).

3.  En este marco de gracia, hemos vivido el Capítulo como un examen de conciencia para toda nuestra Orden:

- Para alegrarnos por las obras que el Señor ha hecho y hace con nosotros.
- Para alegrarnos por el testimonio de santidad universalmente reconocido, como es el caso de  María de Jesús crucificado –la «pequeña árabe» canonizada en Roma precisamente durante el Capítulo–  o de tantos testimonios humildes y escondidos de hermanos y hermanas nuestras en el Carmelo.
- Para tomar conciencia de nuestras infidelidades a lo que el Señor nos pide.

Estas palabras del informe del General para abrir el Capítulo expresan en síntesis el trabajo que hemos intentado realizar: «La tarea a la que estamos llamados es la de retomar continuamente los elementos esenciales de nuestro ser carmelitas teresianos, volver a enamorarnos de ellos, (…) sin otra riqueza que la de ‘haber conocido el don de Dios’, es decir Su amistad».

4. Nuestro examen de conciencia, después de los pasos dados durante el precedente sexenio con la lectura sistemática de las Obras de la Santa Madre Teresa,  se ha desarrollado a la luz de la valiente decisión asumida por el Capítulo de iniciar, «un camino de relectura de nuestras Constituciones y de las Normas Aplicativas, en vista de una posible revisión para una renovación de nuestra vida». El Instrumentum Laboris preparado por el Capítulo afirma: «El sentido de un trabajo sobre las Constituciones es el de recuperar fuerza, amor y sabiduría con respecto a nuestra identidad carismática. La intención no es la de una relectura legalista, que se limite a señalar y denunciar las inobservancias respecto a la norma escrita. Se trata, más bien, de motivar nuevamente la norma y de volver a encontrar el sentido, expresándolo eventualmente de una forma más adecuada a nuestro tiempo». Una validación de esta perspectiva está ya presente en el Epílogo de nuestras mismas Constituciones: «Fieles a la gracia con la cual el Señor nos ha llamado al Carmelo Teresiano y continúa a llamarnos, nosotros –individualmente y en comunidad– queremos reflexionar profundamente sobre la doctrina y sobre las normas aquí propuestas para establecer en base a las mismas con espíritu evangélico, una mentalidad y una vida. (…) Con la estima debida por nuestras Leyes, pero libres de la esclavitud de la letra, tenemos que estar atentos a no apagar el Espíritu (cfr. Tes 5,19), es más, a manifestarlo a través de la fidelidad a nuestro carisma, buscando el bien del Pueblo de Dios (cfr. 1Cor 12,7)».

5. En estas tres semanas hemos emprendido este largo proceso, que involucrará a la Orden, las circunscripciones y las comunidades durante todo el sexenio. Siguiendo el esquema de nuestras Constituciones, hemos iniciado una primera reflexión sobre algunos temas fundamentales, intentando tener en cuenta dos objetivos: 

1) Verificar si la vida de nuestras comunidades corresponde a lo indicado y requerido por las Constituciones y en qué medida se da esto; 
2) Tomar nota –a distancia de algunos decenios desde que fueron elaboradas y promulgadas, y a la luz de los profundos cambios que han tenido lugar en la vida de la Iglesia y de la Orden– sobre las formulaciones del actual texto legislativo que necesitan eventuales correcciones, complementos o incluso un profundo replanteamiento.

6. Ante el largo y complejo trabajo que nos espera es natural que se manifiesten temores y resistencias. El miedo puede ser superado si pensamos en la gran obra de renovación que la Iglesia afrontó con el Concilio Vaticano II, del cual este año recordamos el 50 aniversario del cierre (8 de diciembre 1965). En el Decreto Unitatis redintegratio leemos frases que podemos aplicar también al camino que el Capítulo ha decidido emprender: «Toda renovación de la Iglesia consiste esencialmente en una fidelidad mayor a su vocación (…). La Iglesia peregrina está llamada por Cristo a una continua reforma, de la que como institución humana y terrena, tiene siempre necesidad». Es evidente para todos que también nosotros queremos ser fieles a nuestra «vocación», que también nuestra Orden es «peregrina» y necesita una «continua reforma».

7. El futuro de la Orden dependerá en gran parte de nuestra capacidad de atraer nuevas vocaciones en virtud de una alegría, de una belleza que brotan de la vida y de las obras realizadas en unión con Jesús, el «Viviente», de «belleza y majestad inolvidables» (Vida 28,9), «belleza que en sí contiene la belleza» (Camino 22,6). Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz nos acompañan en este camino, el mismo que Jesús enseñó a sus discípulos: «Resplandezca vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras obras buenas y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5,16). «Quien permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada. En esto es glorificado mi Padre: en que deis fruto y seáis mis discípulos» (Jn 15,5.8). Empezamos por lo tanto este sexenio animados por la exhortación del Papa Francisco a los religiosos: «Despertad al mundo, porque la nota característica de la vida consagrada es la profecía» (Carta a todos los consagrados, II,2).

8. El 27 de septiembre del 1970 el beato Pablo VI dio a la Iglesia y al mundo el Doctorado de Santa Teresa de Jesús. Volvamos a escuchar con emoción lo que dijo en la homilía: «El simple hecho de pronunciar el nombre de esta Santa, singularísima y grandísima, en este lugar y en esta circunstancia, suscita en nuestras almas un cúmulo de pensamientos: (…) la vemos presentarse ante nosotros como mujer excepcional, como religiosa que, toda cubierta de humildad, de penitencia y sencillez, irradia a su alrededor la llama de su vitalidad humana y de su entusiasmo espiritual, y luego como reformadora y fundadora de una histórica e insigne Orden religiosa, y escritora genialísima y fecunda, maestra de vida espiritual, contemplativa incomparable e indiscutiblemente activa; … ¡qué grande es! ¡y única! ¡qué humana! ¡cuánto atrae esta figura!». Hoy a casi 50 años de distancia y en el corazón del V Centenario, Teresa nos habla de nuevo y nos invita a seguir sus pasos: «Es tiempo de caminar».

La Madre de Dios, Reina y belleza del Carmelo, con San José nos custodien en los pasos que estamos por emprender.

No hay comentarios:

Publicar un comentario