Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

lunes, 1 de junio de 2015

Entrevista con el P. Saverio Cannistrà, general de los carmelitas descalzos


El pasado 7 de mayo el Capítulo General le reeligió como Prepósito General. En el instante de la elección ¿qué sensación le invadió?

San Pablo dice que los deseos de la carne están en lucha con los deseos del Espíritu. He vivido un poco esta lucha dentro de mí. No escondo el deseo que tuve de huir del cansancio, el miedo de no tener fuerzas suficientes por otros seis años de servicio, la tentación de retomar mi vida en mis manos. Pero ha prevalecido ante todo una lógica elemental: si hace seis años dije que sí porque vi en la elección de los hermanos la expresión de la voluntad de Dios, no puedo comportarme ahora de otro modo. De modo que he acabado por aceptar con mucha paz esta nueva llamada.

Tras seis años en el Gobierno de la Orden imagino que afronta este reto de manera distinta a hace seis años. ¿En qué le puede ayudar la experiencia vivida?

Efectivamente, hoy veo de otro modo el trabajo que me espera. Se trata de continuar un trabajo ya emprendido, conociendo mejor las dificultades que se presentarán, como también las motivaciones que nos animan a recorrerlo. 

Es evidente, que no se puede hacer una valoración global de la Orden sin atender a las  características de cada circunscripción pero si me lo permite, quiero pedirle que nos hable en  términos generales de la Orden. ¿Cómo se encuentra de salud?

La Orden está viva y posee una riqueza y una fecundidad, de la que quizá no somos totalmente conscientes. Casi respondería a la pregunta con las palabras de Jesús en el evangelio de Juan: la Orden da fruto, pero precisamente por eso, necesita ser podada y cultivada para que dé más fruto.

En la vieja Europa la crisis vocacional es un reto. Desde el Carmelo Descalzo ¿cómo se afronta este reto?

Hay naturalmente reacciones diferentes ante esta crisis. A mí parecer la reacción más sana sea la de trabajar en lo que depende de nosotros, como decía santa Teresa: hacer eso poco que depende de nosotros, que no es en realidad cosa de poco, ya que se trata de vivir en profundidad, en las circunstancias del mundo de hoy, nuestra vocación de comunidades orantes y fraternas. En la medida en que seamos capaces de hacer este trabajo en nosotros, estoy seguro que también seremos capaces de afrontar y superar la crisis que atraviesa la vida religiosa en el mundo occidental.

Sin duda, para ello ayuda el mensaje de los Santos Carmelitas.

Sí, nuestra «actualidad», es decir, nuestra relevancia ante el mundo depende en realidad precisamente de lo específico de nuestro carisma. La relectura de los escritos de santa Teresa nos ha hecho descubrir, creo, que muchos de nuestros problemas encuentran respuestas en la experiencia de una mujer que ha vivido hace cinco siglos. No son respuestas dadas por descontado, son originales, que nos obligan a ahondar dentro de nosotros y en el modo de vivir como individuos y como comunidades.

Por el contrario, la Orden está creciendo en otros lugares...

Sí, la Orden registra un crecimiento vertiginoso especialmente en África y en algunas zonas de Asia. Y en otras regiones se nota, de todos modos, un buen clima y una cierta estabilidad.

Un reto, es sin duda, conectar con los jóvenes. ¿Cómo hacerlo en esta sociedad en la que deben atender a tantos mensajes?

Pienso que lo primero que hay que hacer es escuchar con atención a los jóvenes, escucharlos en profundidad, más allá de las primeras impresiones superficiales que su modo de hablar o de comunicar pueden suscitar en nosotros, más avanzados en la edad. Veo con claridad que cuando un religioso o una religiosa tiene esta capacidad de «empatía», los jóvenes la perciben o responden con mayor interés y apertura.

Cambiamos de tema. La relación con las carmelitas Descalzas ha centrado varias jornadas del Capítulo General. Usted ha dedicado varios documentos a este asunto en el último sexenio. ¿Qué pasos se darán en este próximo sexenio?

La presencia de nuestras hermanas carmelitas en el Capítulo durante dos días ha sido, no solo un acto de cortesía, sino un auténtico encuentro que ha dado lugar a un verdadero diálogo, en el que han salido a la luz convergencias y divergencias. Al final, las hermanas nos han invitado a continuar en este intercambio, sobre todo de cara a un trabajo conjunto para la formación permanente que es -a mi parecer- uno de los desafíos más importantes para la vida contemplativa.

Al igual que la relación con las Carmelitas Descalzas, también se ha escuchado en el Capítulo a los laicos. Otro reto más para este sexenio...

Hemos dedicado un día del Capítulo al OCDS, con la presencia de algunos miembros procedentes de diversas naciones. La realidad del laicado carmelita es muy variada. Ser miembros de la Orden seglar tiene implicaciones bastante diferentes según las regiones y las culturas. Creo, sin embargo, que en todas se plantea el desafío de asumir con seriedad las responsabilidades propias como laicos miembros de la familia del Carmelo. Es preciso que los laicos encuentren su modo propio y específico de vivir las distintas dimensiones del carisma carmelitano, que obviamente es diferente del modo en que lo vive una comunidad de frailes o monjas.

Hablábamos, anteriormente, de cómo llegar a los jóvenes laicos. Le pregunto ahora por los formandos. En concreto, por la importancia de la etapa formativa.

Tenemos que insistir mucho en la formación humana y cristiana, si no queremos que la formación carmelitana sea una especie de barniz externo. Es preciso, en cierto modo, encontrar el estilo carmelitano-teresiano de formar humanamente a la persona y cristianamente. Estoy convencido que en el patrimonio carismático del Carmelo teresiano hay elementos suficientes para concebir este proceso de maduración a nivel de conocimiento personal, de relación con Jesús, el Señor, y para asumir los compromisos propios de la vida religiosa.

No me olvido de la formación continua. También, hay un camino que recorrer en este sentido.

Tenemos que distinguir entre formación permanente y puesta al día. A menudo confundimos estas dos cosas. La formación permanente es lo que yo prefiero llamar «cuidado» de nosotros mismos, cuidar de la propia vocación, de la propia alma, del propio ser. Su contrario es la acidia, que etimológicamente significa precisamente: descuidarse a sí mismo. En este sentido, la formación permanente es un compromiso personal que se realiza día a día, en las ocasiones que nos proporciona nuestra experiencia de vida ordinaria (oración, comunidad, trabajo). Otra cosa es la puesta al día, que implica un compromiso de estudio, de lectura, de información. En el sexenio anterior hemos empezado iniciativas de este tipo, organizando cursos de formación bíblico-espiritual en Stella Maris (Haifa) y cursos de formación para formadores, animadores de comunidad y directores espirituales en la India. El Capítulo ha pedido que se continúen estas iniciativas también durante este sexenio.

Nos centramos ahora en el Capítulo General. En su documento conclusivo «Es Tiempo de Caminar» invita a una relectura de las constituciones. En resumen, cual es el objetivo principal  de esta relectura.

Hemos decidido emprender la relectura de nuestras Constituciones para dar continuidad al camino hecho en el pasado sexenio con la lectura de las obras de santa Teresa. No queremos girar la página. Queremos, más bien, continuar haciéndonos la pregunta sobre «qué tales hemos de ser», como hijos de santa Teresa. De ahí, que la relectura de las Constituciones tiene como objetivo comparar nuestra experiencia de vida actual con el modelo que se nos ha propuesto en las Constituciones. Por una parte, eso significa examinar nuestra vida a la luz de las Constituciones; por otra, se trata de revisar las Constituciones a la luz de la experiencia vivida por los religiosos y las comunidades en los últimos treinta-cuarenta años. Ha habido grandes cambios. Nos parece que ha llegado el momento de intentar contestar a muchos interrogantes que tales cambios nos plantean.

También, durante el Capítulo se ha hablado mucho de las misiones ocd. El espíritu misionero de  Santa Teresa sigue vivo. En estos próximos seis años, ¿cómo se canalizará desde la Casa General  la ayuda a las misiones?

Tenemos que trabajar a varios niveles. Ante todo, aclarar mejor qué entendemos por misión, para sentirnos todos implicados en este compromiso misionero y de evangelización, que forma parte de nuestro ser carmelitas teresianos. El Papa Francesco está exhortando con fuerza a toda la Iglesia a salir de sí misma, evitando el riesgo de encerrarse y de la auto-referencialidad. Luego hay un problema muy concreto, que se refiere al apoyo económico a las nuevas misiones. Estoy muy contento que el Capítulo haya hecho una opción de «comunión de bienes», optando por la creación de un fondo de ayuda a las misiones, que será administrado por la casa Generalicia. Espero que así podamos responder, aunque sea en parte, a las muchas peticiones de ayuda que recibimos.

Otro aspecto importante es el de la comunicación. En su intervención sobre el estado de la Orden  utilizó muchísimas veces la palabra comunicar. ¿Qué nos falta es esta materia y cómo podemos caminar juntos para mejorar?

La comunicación es una dimensión esencial de la vida humana, y todavía más que la vida comunitaria. A veces, nos hacemos una idea un poco espiritualista de la comunidad. Hablamos de comunión y con esto nos eximimos del compromiso de encarnar el don de la comunión en una experiencia concreta de comunicación. La comunicación es ante todo la que se vive con los hermanos que nos rodean. Hoy corremos el peligro de comunicar mucho a distancia, virtualmente, y poco con quien tenemos cerca. Comunicar implica muchas cosas: capacidad de escuchar, capacidad de expresarse, confianza en el otro, comprometerse en la relación. Son todos valores que hemos de poner al centro, si realmente queremos ser hermanos que se conocen y son amigos, como quería santa Teresa.

Concluimos esta entrevista pidiéndole un mensaje para toda la Familia del Carmelo Teresiano.

No encuentro mejor mensaje que el que hemos escogido como título del documento capitular: «es tiempo de caminar». No podemos quedarnos quietos, no podemos dejarnos bloquear por los miedos ni por las falsas seguridades. Tenemos que emprender un camino a través de la Iglesia y el mundo de hoy, poniendo nuestra confianza y nuestra esperanza, no en nosotros mismos, sino en el Señor que ha prometido caminar con nosotros. Es tiempo de caminar, pero sabiendo que «Juntos andemos, Señor».

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