Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 29 de abril de 2015

Enseñanzas teológicas de la renuncia de Benedicto XVI (primera parte)


Ya se han cumplido dos años de la renuncia de Benedicto XVI. La Revista de espiritualidad ha querido dedicar un número monográfico a tratar este tema. A mí me han pedido una colaboración con el título "Enseñanzas teológicas de la renuncia de Benedicto XVI", del que les comparto la primera parte:

Desde hace más de cincuenta años, el nombre de Joseph Ratzinger va unido a la reflexión teológica, especialmente en dos campos:

1- La teología fundamental (que trata de la relación de la fe con la razón, las características de la revelación bíblica, el diálogo del cristianismo con la cultura y con las otras religiones, las relaciones entre el catolicismo y las otras confesiones cristianas, etc.)

2- La teología sistemática (que parte de la vida y enseñanzas de Cristo, considerado el centro de la fe y de la vida de los cristianos. A partir de la cristología desarrolla el tratado sobre el Dios-Trinidad que se revela en Cristo, la visión cristiana del hombre y, por último, la identidad y la misión de la Iglesia). 

Ratzinger ha escrito libros y artículos sobre todos estos argumentos (y sobre otros que ahora no nos interesan), que se están recogiendo en la edición completa de su Opera Omnia, de la que ya han visto la luz 9 volúmenes de los 16 programados.

Ratzinger y la eclesiología

Muchos recuerdan que, cuando le hicieron obispo, el teólogo protestante Wolfhart Pannenberg (1928-2014) afirmó que quizás la Iglesia Católica ganaba un buen pastor (el tiempo lo diría), pero toda la teología cristiana perdía un gran pensador. 

La verdad es que Ratzinger nunca abandonó la reflexión teológica, ni después de haber sido nombrado obispo en 1977, ni cuando fue llamado a Roma para presidir la Congregación para la Doctrina de la Fe en 1982, ni tampoco cuando se le solicitó que presidiera la Iglesia en la caridad como papa en 2005. 

Incluso con su renuncia al papado nos ofreció una profunda reflexión teológica. De hecho, hay quienes afirman que Benedicto XVI ha hecho más por la eclesiología con su renuncia al papado que con todos sus escritos anteriores.

Y eso que su reflexión eclesiológica es uno de los campos más profundos y abundantes de su trabajo teológico, hasta el punto de que en 1996, cuando en una entrevista le pidieron que destacara lo que él consideraba el aspecto más importante de su trabajo teológico, respondió: 

«Tal vez, que desde un principio me fijé en el tema de la Iglesia, que he seguido a lo largo de toda mi vida. Para mí siempre ha sido importante que la Iglesia no fuera un fin en sí misma, sino que la razón de su existir es que nosotros podamos conocer y llegar a Dios. Así que yo diría que trato el tema de la Iglesia porque de este modo nace la mirada hacia Dios, y en ese sentido Dios es el tema central de todos mis esfuerzos».

Como estudiante, ya dedicó su tesis doctoral a la doctrina de san Agustín sobre la Iglesia. Desde entonces, dedicó cursos y publicaciones a tratar sobre el origen, la naturaleza y la identidad de la Iglesia. Además, su reflexión teórica ha ido siempre unida a su actitud de servicio concreto a la Iglesia. 

En el Concilio Vaticano II participó primero como asesor del Cardenal Frings de Colonia y después como perito. Más tarde, aunque se sentía llamado al estudio y a la docencia, aceptó servir a la Iglesia en los distintos encargos que se le solicitaron como obispo, como cardenal y como papa.

Colaborador de la Verdad

Para comprender el servicio de Joseph Ratzinger – Benedicto XVI a la Iglesia, hay que detenerse un momento en su lema episcopal y pontificio, que dice: «Cooperatores Veritatis». Él es consciente de que todos en la Iglesia debemos ser «colaboradores con [el que es] la Verdad». 

Así se sintió siempre y eso propone a todos los ministros de la Iglesia. Solo Cristo es la Verdad que puede hacernos libres y que nos ofrece la salvación. Todos los cristianos (incluido el pontífice romano) somos sencillos colaboradores, llamados a ejercitar una u otra misión, cada uno según sus capacidades.

De hecho, sus primeras palabras al presentarse en la plaza de san Pedro después de haber sido elegido como papa fueron: «Los señores cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador de la viña del Señor. Me consuela que el Señor sepa trabajar con instrumentos insuficientes y me entrego a vuestras oraciones. En la alegría del Señor y con su ayuda permanente, trabajaremos».

Este sentirse solo «colaborador» o «simple y humilde trabajador en la viña del Señor» y no propietario de la misma entró en contraste con aquellos que identifican de tal manera al mensajero y al mensaje, que consideraron ilógica la renuncia de Benedicto, acusándole de debilidad y afirmando públicamente que «de la cruz no se debe bajar», como hizo en una entrevista el cardenal Stanislaw Dziwisz. (Seguirá mañana).

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