Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

sábado, 14 de junio de 2014

María Cándida de la Eucaristía


Hoy es la fiesta de la beata carmelita descalza María Cándida de la Eucaristía. Ya he presentado su vida y las oraciones de la misa en su honor aquí. Hoy recojo un texto suyo que propone el breviario para el Oficio de Lectura:

Contemplar con fe redoblada a nuestro Amado en el sacramento, vivir de él que viene cada día, permanecer con él en lo íntimo de nuestra alma, ¡he ahí nuestra vida! Cuanto más intensa sea esta vida interior, tanto más seremos nosotras carmelitas y avanzaremos hacia la perfección. 

Este contacto, esta unión con Jesús es todo: ¡cuántos frutos de virtud se derivan de ello! Hay que hacer la experiencia. Vivir con Jesús es vivir con sus mismas virtudes, es escuchar su dulcísima voz, su amorosísima voluntad y obedecer enseguida, ¡contentarlo enseguida! Nuestros ojos que se cierran, con el ansia amorosa de encontrarlo, de contemplarlo en el fondo de nuestro corazón: ¿no es acaso la necesidad que nos ha dejado la santísima comunión por la mañana? ¿No es la atracción de él que nos ha quedado, y que allí vive? 

El sagrario para la reserva eucarística y el sagrario de nuestro corazón, ¡yo no sabría dividirlos! ¡Oh, cuántas veces, aun encontrándonos en el coro ante él sacramentado, aunque esté expuesto, nosotros experimentamos la gran necesidad de adentrarnos en nosotros mismos, y de encontrar allí y permanecer con nuestro Jesús!

¡Qué misterio de amor esta intimidad con nuestro Amado! Yo reflexiono en ello, a veces, conmovida, prorrumpiendo en alabanza de amor. Y conmovida vuelvo a mirarlo. Todo lo de aquí abajo nos ha desaparecido, segregadas, lejos de quien tanto nos amó; nuestros ojos bienaventurados no ven ya nada: y, no obstante, se cierran todavía para abstraerse en el mismo santo ambiente, se cierran ansiosos para encontrarlo, ¡para ver a Jesús! ¡Misterio de amor, tiernísimo encanto! Él se deja encontrar por el corazón que lo busca, por el alma que sabe hacer a menos de tantas cosas por amor a él.

Estar junto a nuestro Dios sacramentado, como los bienaventurados están en el cielo, en la visión del sumo Bien, es lo que tenemos que hacer, según nuestra santa Madre Teresa. Siete veces al día, estamos alrededor del trono de nuestro Bien, el sagrado tabernáculo, recitando las alabanzas divinas: ¡qué grande fe merece tan alta acción, qué anonadamiento! ¡Que la adoración y el amor acompañe y embellezca todo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario