Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 21 de mayo de 2014

El Castillo de Teresa


El P. Bruno Moriconi es un carmelita descalzo italiano, profesor de Sagrada Escritura en el Teresianum de Roma, que ha publicado muchos libros y artículos sobre temas bíblicos y espirituales. Además es un poeta de gran sensibilidad y una buenísima persona, a la que tengo el honor de contar entre mis amigos. 

El poema de hoy lo escribió hace poco, todo seguido, sin detenerse a buscar las palabras, mientras se encontraba en Ávila para participar en un congreso. Simplemente le surgió mientras miraba las murallas desde el monasterio de la Encarnación.

A su regreso a Roma me lo recitó y le pedí que me dejara publicarlo en el blog, ya que es precioso. Él mismo ha realizado la traducción al español. Lo pongo primero en español y después en el original italiano.

Teresa, el Castillo

Bajo la lluvia
también Ávila estaba triste ayer
y parecían todavía más grises 
las cuatro tapias
del monasterio antiguo
donde bajaste, Teresa,
buscando a Dios,
a los pies del castillo almenado
de la ciudad de tu padre,
hidalga, hija de alguien [que cuenta].

Veinte años, en cambio,
Te hicieron falta,
a ti también,
a pesar de que ibas buscando la Verdad, 
desde niña.

Veinte años, para entender que Él
estaba buscándote a ti, 
dentro, 
siempre más dentro de ti,
sin pretensiones ni afanes.

De morada en morada,
hasta la séptima,
esperándote Él desde siempre.

Y tú, al entenderlo, 
a rápidos surcos de pluma
empezaste a gritar
que Él también nos espera a nosotros,
libres del aburrimiento gris de los días,
encontrando de una vez al Amor
en el propio castillo paterno.

Porque somos Sus hijos,
todos,
y no simplemente de alguien.


Teresa, il Castello

Sotto la pioggia
anche Avila ieri era triste
e sembravano più grigie 
perfino le quattro mura di cinta
del convento antico
dove scendesti, Teresa,
a cercare Dio,
ai piedi del castello merlato
della città di tuo padre,
hidalga, figlia di qualcuno che conta.

Vent’anni, però, ti ci vollero,
anche a te,
nonostante cercassi la Verità, 
fin da piccola.

Vent’anni per capire ch’era Lui
a cercare te,
dentro,
sempre più dentro di te,
senza pretese né smanie.

Di stanza in stanza,
fino alla settima,
ad attenderti Lui, da sempre.

E tu, al capirlo, cominciare a gridare,
a rapidi solchi di penna,
che aspetta anche noi, Lui,
liberi dall’uggia grigia dei giorni,
trovato l’amore
nel proprio castello paterno.

Perché di Lui siamo figli, 
tutti,
e non semplicemente di qualcuno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario