Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 26 de octubre de 2023

Canten al Señor un cántico nuevo


La armonía de la Creación es un canto en honor de su hacedor. Si sabemos escuchar, la naturaleza entera habla de Dios: «Los cielos proclaman la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos; el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche le transmite la noticia; por toda la tierra se extiende su pregón» (Sal 19 [18],1ss).

Este es un tema muy repetido en la Sagrada Escritura: «¿Quién asentó los cimientos de la tierra, mientras cantaban a coro las estrellas del alba y exultaban todos los seres celestes?» (Job 38,7).

Los seres humanos somos invitados a unirnos a la alabanza universal, dando voz a las demás criaturas: «Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor; siervos del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con cánticos» (Dan 3,57-87).

Los salmos del Antiguo Testamento invitan continuamente a cantar. En varias ocasiones, incluso piden que entonemos un canto nuevo, no conocido antes, distinto de todos los otros cantos de los hombres: «Cantad al Señor un cántico nuevo; alabadlo en la asamblea de los fieles» (Sal 149,1).

Un canto nuevo, no compuesto por poetas y músicos de especial sensibilidad, sino proveniente de fuera de nuestra realidad, recibido como un don, ya que somos conscientes de que nosotros no tenemos capacidad para expresar con palabras y músicas humanas algo suficientemente digno para el Señor.

En el libro del Apocalipsis se afirma que, en el cielo, se entona este cántico misterioso y desconocido, en honor de Cristo y en acción de gracias por su obra salvadora: «Cantaban un cántico nuevo, que decía: Digno es el Cordero degollado de recibir el honor y la gloria» (Ap 5,9ss).

Los cristianos tenemos cada día la oportunidad de unirnos al cántico nuevo que entonan los redimidos ante el trono de Dios. Ellos lo hacen con «palabras inefables que ningún hombre puede expresar» (2Cor 12,4). Nosotros lo hacemos con los textos de la Biblia (principalmente los salmos) y de la liturgia.

Nuestros cantos son una acción de gracias a Dios por su obra creadora y redentora, por enviarnos a su Hijo y a su Espíritu, por acogernos en su Iglesia, por regalarnos la vida eterna. ¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo! Amén.

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