Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Un día con las carmelitas de la enseñanza en Dominicana


Este precioso día 
viajamos a San Antonio de Guerra, distrito cercano a Santo Domingo, a visitar las hermanas Carmelitas de la Enseñanza, quienes manejan el programa comunitario de educación FUTURO VIVO desde hace 29 años. Mientras escuchábamos las voces de los que nos esperaban cantando himnos de alabanza, nos adentramos en un paraje precioso compuesto de edificios que alojan aulas de clases, talleres para aprender un oficio, comedores, campos de juego, dispensario médico, área de reuniones, alojamiento para voluntarios y, por supuesto, la casa de las hermanas con su delicado y dignísimo santuario al Santísimo. Verdaderamente, lo más sencillo es muchas veces lo más hermoso.

Nos encontramos con más de 70 personas que componen el cuerpo de maestros, profesores, asistentes administrativos y hermanas Carmelitas que atienden, asisten, enseñan y capacitan a más de 625 niños y jóvenes entre las edades de 3 a 18 años.

El Padre Eduardo inicia la jornada de este día instándonos a Ana, María, Beatriz, Fina, Wendy y Gladys a presentarnos a la asamblea (Irma tuvo que quedarse en la capital con otros trabajos, por lo que no pudo acompañarnos). Luego cantamos himnos de alabanza unidas a todos los participantes como preparación para la Sagrada Eucaristía. Posteriormente, el Padre Eduardo procedió con una charla sobre la vida de Cristo y las celebraciones católicas a lo largo del año litúrgico.

Después de rezar el ángelus, acompañándolo con cantos, a eso del mediodía nos dirigimos a la casa de las hermanas para almorzar y compartir un rato de esparcimiento antes de continuar el Padre Eduardo con el resto de las charlas, en las que habló sobre el Monte Carmelo, el origen y la historia de los carmelitas y sobre la vida de santa Teresa, santa Teresita del Niño Jesús y San Juan de la Cruz.

Ha sido muy hermoso compartir con estas hermanas este día. Nos han tratado con todo el cariño y amabilidad con que saben tratar todas las hermanas carmelitas, haciéndonos sentir como en casa. También nos han mostrado, parte de las dependencias, entre ellas una casita que tienen para acoger a quien quiera llegarse a colaborar con ellas.

Por la noche, ya de vuelta a la capital, al comentar entre nosotras la experiencia, todas coincidíamos en que nos sentimos muy felices, aunque un poco avergonzadas por lo mucho que nos quejamos por todo, cuando hemos podido ver una zona tan pobre, donde los niños jugaban bajo la lluvia y eran felices en su sencillez. Pedimos a Dios que esta experiencia nos sirva para darnos cuenta de lo privilegiadas que somos, y cuánto tenemos que agradecer al Señor todos los días.

Vinimos para ayudar a estos hermanos y hermanas, ¡y cuánto nos han enseñado! Algunas cosas las habíamos visto en revistas, pero no al vivo. ¡Qué hermoso es encontrar a la gente sencilla y compartir con ella la fe y la esperanza! Nosotros queremos enseñarles a ser buenos cristianos y ellos en sus vidas nos muestran el rostro de Cristo. Gracias, Señor, que sales a nuestro encuentro en los hermanos.

Nada más llegar al lugar de encuentro, y escuchar los cantos de las personas que nos esperaban, dentro de cada una de nosotras brotaban una explosión de sensaciones y emociones casi incontrolables. ¡Dios nos estaba esperando! Y nos hablaba en la suavidad del paisaje, en la proximidad de mis hermanos: palabras, gestos, sonrisas, cantos… ¡Querríamos abrazas a todos!

Una de nosotras no se cansa de repetir que en ningún lugar ha encontrado tanta riqueza como en el corazón de estas hermanas carmelitas que se “desgastan” cada día para que cientos de niños (y adultos) vivan, coman, aprendan, crezcan y se encuentren con Dios.

Para aquellas personas que leen poco el Evangelio, les invitamos a hacer una visita a estas hermanas y comprobarán lo que significa ser EVANGELIO VIVIENTE. Allí se aprende más que en muchos libros y clases y horas de reflexión.

Dios las guarde, hermanas, y ¡gracias por existir! Personas como ustedes nos reconcilian con la humanidad.

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