Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 3 de noviembre de 2022

Oración para ir al paraíso con los burritos, de Francis Jammes


Francis Jammes (1868-1938) fue un poeta, novelista y dramaturgo francés, que triunfó en todos los campos de la literatura. Su poesía es sencilla y profunda, de una belleza simple y auténtica. Marcel Proust lo admiraba, Rainer M. Rilke le consideraba el más grande de los poetas de su época y fue propuesto como miembro de la "Academia francesa". Incluso Franz Kafka manifiesta su admiración por él.

Todo cambió cuando se convirtió al catolicismo el año 1905 y se le cerraron la mayoría de las puertas que hasta entonces se le abrían de par en par. Pero él siguió firme en la fe hasta el final. 

Les propongo su "Oración para ir al paraíso con los burritos", que manifiesta su profunda capacidad de observación y su amor por la naturaleza, también por las criaturas que pasan desapercibidas para la mayoría. Se dice que Juan Ramón Jiménez lo leyó y se inspiró en este poema para su famoso libro "Platero y yo".

Cuando tenga que ir hacia Ti,
¡oh, Dios mío!,
haz que reine un día
de fiesta
en el campo.

Yo querría,
como lo hice aquí abajo,
elegir un camino de mi gusto
para ir al Paraíso,
donde las estrellas brillan
en pleno día.

Andaré con mi bastón
por la gran carretera
y les diré a los asnos,
mis amigos:
—Yo soy Francis Jammes
y voy al Paraíso,
porque no hay Infierno
en el país del Buen Dios.

Y les diré:
—Venid, mansos amigos del cielo azul,
pobres bestias queridas,
que sacudiendo bruscamente las orejas
espantáis las vulgares moscas,
los golpes y las abejas…

Que yo aparezca ante Ti
rodeado de estos animales
que amo tanto,
porque inclinan la cabeza
suavemente y se detienen
juntando sus patitas
con tanta mansedumbre,
que dan lástima.

Llegaré seguido
por millares de orejas,
seguido por aquellos que llevaron
cestas en sus flancos,
por aquellos que tiraron
de carruajes de saltimbanquis,
o carros con latas y plumeros,
por aquellos que cargan
en sus lomos vasijas abolladas,
y por burras 
de paso tembloroso,
también ellas cargadas;
y por aquellos cubiertos
con pantaloncitos para protegerlos
de las heridas azules y supurantes
que les causan los tercos moscardones
que los siguen en ronda.

Dios mío,
haz que me acerque a Ti
con los burritos.
Haz que los ángeles
nos conduzcan en paz
hacia frondosos arroyuelos
donde tiemblan cerezas brillantes
como la piel tersa
de las muchachas,
y haz que,
en ese recreo de las almas,
inclinado ante tus aguas divinas,
yo me parezca a los burritos
que contemplarán su pobreza humilde
y suave en la limpidez
del amor eterno.

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