Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

domingo, 25 de abril de 2021

Mis ovejas escuchan mi voz


En el evangelio, Jesús dice: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen» (Jn 10,27).

En la antigüedad, los israelitas eran pastores seminómadas con un número pequeño de animales: camellos, burros, gallinas, cabras y ovejas. Así se lo hacen saber al faraón: «Nosotros somos pastores desde nuestra infancia hasta hoy, y lo mismo fueron nuestros padres» (Gén 47,3).

Aquellos pastores no vivían en casas, sino en tiendas realizadas con pieles de animales. Hombres y animales dormían bajo el mismo techo. Hoy los beduinos siguen haciendo lo mismo.

No es extraño que conocieran a cada una de sus ovejas, incluso por su nombre. También las ovejas reconocían la voz y el olor de su pastor. 

La parábola que Natán cuenta a David, nos ayuda a comprender lo que estamos diciendo: «Había en una ciudad dos hombres, uno rico y otro pobre. El rico tenía muchas ovejas y vacas. El pobre no tenía más que una corderilla, que había crecido con sus hijos, comía de su mano, bebía de su vaso, dormía en su regazo...» (2Sam 12).

Jesús quiere evocar esa atmósfera de afecto, esa experiencia de confianza, de tranquilidad, porque se sabe que hay alguien que se interesa por ti, que se preocupa por tu vida. Él conoce nuestros nombres, nuestras preocupaciones, nuestras esperanzas. Todo lo nuestro es importante para él.

Pero no basta con que él me conozca, yo tengo que escuchar su voz, dejarme educar por él, vivir conforme a sus enseñanzas. Entonces seré verdaderamente oveja de su rebaño.

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