Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

viernes, 29 de abril de 2022

La pesca milagrosa


El evangelio del tercer domingo de Pascua (ciclo "c") recoge la manifestación de Jesús resucitado a sus discípulos junto al lago de Genesaret (Jn 21,1-14).

El Señor se hace presente a los discípulos que están desorientados pero, a pesar de todo, conservan cierta unidad entre ellos. El desánimo sugirió a cada uno volver a sus quehaceres, buscando una seguridad personal y abandonando la empresa común, pero mantuvieron las relaciones. Se ayudan en lo material, colaborando en los trabajos de la pesca, aunque con poco éxito. 

En esta escena encontramos los amigos de la primera hora, con los que Jesús inició su aventura (Pedro, Tomás, Natanael, los hijos del Zebedeo y otros dos). El primero de la lista es Pedro. Dato importante para la comunidad, que tiene que madurar la disponibilidad a la colaboración en torno a Pedro para vencer las dificultades del momento.

Aunque la noche sea larga, aunque el trabajo parezca pesado y sin fruto, aun cuando el tiempo triste le sugiera a cada uno irse a su casa, sigue siendo necesaria la colaboración de todos. En esta perseverancia común, en la fatiga aceptada conjuntamente, la presencia del Señor, que parecía perdida, vuelve a manifestarse. El Señor se hace presente por la mañana, aunque bien podía haber estado toda la noche entre ellos, sin que se dieran cuenta.

El texto recuerda a la Iglesia que el Señor siempre está cerca, como compañero y amigo generoso. Hay que obedecer siempre a su palabra, abriendo los ojos del corazón para descubrirle. Jesús se manifiesta con tres signos complementarios:

En primer lugar, premia con su presencia la constancia de quienes han perseverado unidos, en grupo, a pesar de las dificultades.

En segundo lugar, premia con una pesca abundante el esfuerzo de quienes siguen sus indicaciones, aunque no las terminen de comprender; en contraste con su largo e infructuoso trabajo nocturno.

En tercer lugar, se manifiesta a los suyos con su acostumbrada benignidad y amistad, como quien siempre sale al encuentro, reparando nuestras fuerzas, sirviéndonos, ofreciéndonos el alimento que necesitan nuestros cuerpos cansados.

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