Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

martes, 25 de abril de 2023

La Pascua según san Marcos


«Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús…» (Mc 16,1-8). Estamos ante la historia de unas mujeres que buscan el cuerpo muerto de Jesús, para ungirlo con perfumes y llorar por su triste final. El viernes sucedió todo tan rápido que no tuvieron tiempo suficiente para preparar el cadáver con las últimas muestras de afecto que recomienda la tradición judía.

Como miles de mujeres a lo largo de la historia, en rito siempre repetido, van hacia el sepulcro de aquel a quien amaban para recordar las alegrías pasadas y llorar por las tristezas presentes. Ellas han sido más fieles que los hombres y su amor se ha demostrado más profundo (de hecho, solo las mujeres se mantuvieron firmes ante la muerte cuando todos huyeron); pero aún no han descubierto el poder de Dios. Se dirigen al monumento funerario, convencidas de que ya no tienen más función sobre la tierra que llorar al amigo muerto.

«Pasado el sábado, […] muy temprano, el primer día de la semana, antes de salir el sol». En este texto encontramos cuatro referencias al tiempo que pasa, repetidas de dos en dos. Las mujeres han cumplido con la obligación del reposo en aquel sábado tan solemne. Han pasado el día recordando todo lo que sucedió el viernes, intentando asimilarlo. El tiempo que pasa se ha llevado todas sus alegrías. Con Jesús habían descubierto un mundo nuevo, maravilloso: él las había ayudado a descubrir su dignidad. Pero ahora está muerto y el tiempo pasa rápido. Mientras las murallas de la ciudad estaban cerradas, no han podido abandonarla. Cuando al alba del domingo se abren las puertas, ellas ya están preparadas para salir por ellas y encaminarse hacia el huerto donde Jesús fue enterrado.

«María Magdalena, María la de Santiago y Salomé». Todos los nombres son femeninos. No hay varones que las acompañen y puedan descorrer la piedra del sepulcro. Todos han huido y no se atreven a salir de sus escondrijos, para no acabar como su maestro. Los varones del entierro han cumplido su misión y ahora piensan en rehacer sus vidas. El centurión romano ha desaparecido: a Roma le falta mucho tiempo para convertirse. Solo quedan ellas, las fieles de Jesús, mujeres del recuerdo y del sepulcro, dispuestas a iniciar el rito interminable de la unción y de los llantos fúnebres.

«Compraron aromas para embalsamar a Jesús». Se dirigen con perfumes al sepulcro de Jesús. Él es el primero y el único que las trató como personas, que las liberó de ser catalogadas como objetos propiedad de los varones, que las estimó por lo que son y las enseñó a estimarse. Ahora que él no está, nada merece la pena. No piensan en volver a la vida anterior a su encuentro con Cristo. Solo les queda el recuerdo. Ellas mismas se sienten muertas con Cristo. Caminan a sepultarse con él.

«Iban comentando: ¿quién nos correrá la piedra?». Buscan un cadáver para ungir, los restos de un amigo ya desaparecido. Para ellas no hay futuro: sus ilusiones se estrellan contra la losa pesada que cierra el sepulcro. Por eso, cuando ven la puerta del sepulcro abierta, se asustan. Han aceptado con dolor la muerte del amigo. No son capaces de comprender lo que ha sucedido. No recuerdan sus promesas. Todo ha sido tan traumático que les cuesta comprender la novedad de la vida anunciada y realizada por Jesús desde el principio de su actividad en Galilea.

«Entraron en el sepulcro». Vencen su miedo y penetran en la cueva. Descienden hasta lo más profundo de su desaliento, hasta la oscuridad más grande, hasta la muerte más profunda. La madre tierra las recibe en su seno, como recibe a la semilla, que ha de morir para dar fruto.

«Vieron a un joven con una túnica blanca». Se encuentran con un muchacho joven (signo de vida) vestido de blanco (signo de victoria, de fiesta) y reciben un mensaje desconcertante: el anuncio de la Pascua. 

«Buscáis a Jesús, el nazareno, el crucificado». Estas tres referencias a la persona histórica de Jesús subrayan que buscan a un personaje real, con el que ellas han convivido, pero del pasado: el que murió en la cruz y fue sepultado en aquel mismo lugar. Viven del recuerdo de una historia de esperanzas truncadas por la violencia y por la muerte. Aún no han comprendido quién es verdaderamente Jesús. Pero la tumba está vacía, lo que indica que Jesús no es un personaje del pasado: está vivo. Por eso no pueden encadenarse a los recuerdos. Tienen que repensar todo lo que sabían de Jesús, lo que vivieron a su lado. A la luz de la resurrección, tienen que comprender con más profundidad todos los acontecimientos.

«No está aquí. Ha resucitado». Es como si dijera: Buscáis su cadáver, sus despojos, su presencia física, su cuerpo material; pero él no está en el sepulcro, entre los muertos. Tenéis que descubrirle vivo, presente junto a vosotras de una manera nueva, distinta, pero real. ¡Ha resucitado! Y su resurrección ha dado un sentido a su muerte, que no fue un fracaso, sino el cumplimiento de un proyecto de salvación. No le quitaron la vida, sino que él la entregó libremente. Sobre esa certeza pascual se funda la Iglesia de Cristo.

«Id a decir a Pedro y a sus discípulos». Con estas palabras de envío se convierten en mensajeras, en «apóstolas de los apóstoles». La fe de la Iglesia naciente no se construye sobre las obras de los hombres, sino sobre la fragilidad de un testimonio que en su momento no era válido en los tribunales civiles. Es significativo que Orígenes, en el s. III, testimonia que Celso se burlaba de los cristianos precisamente por este motivo y afirmaba que si la resurrección era verdadera tenía que haberse manifestado a testigos de prestigio y no a simples mujeres. Pero Dios elige a lo débil del mundo para confundir a lo fuerte. Dentro de la tumba vacía, las mujeres reciben la palabra de un mensajero que las manda a Galilea, para reiniciar allí, con los discípulos y con Pedro, el camino del seguimiento de Jesús, la vida de la Iglesia.

Texto tomado de mi libro "La Semana Santa según la Biblia", Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2017. ISBN: 978-84-8353-819-7, páginas 176-178.

Quienes tengan interés, tienen la posibilidad de descargar algunas páginas y también pueden adquirirlo en la página web de la editorial. Este es el enlace:

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