Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

viernes, 23 de octubre de 2020

El Desierto de las Palmas, historia y descripción



A 420 metros de altura sobre el nivel del mar, en una montaña roja y gris, de rodeno y caliza, rodeado de ermitas y ruinas de antiguos edificios, se levanta el monasterio de la Transverberación de santa Teresa de Jesús del Desierto de las Palmas, en el municipio de Benicàssim, provincia de Castellón, entre Barcelona y Valencia. Pocos lugares son tan adecuados como este para el descanso del cuerpo y del espíritu.

Ocho kilómetros de carretera zigzagueante lo separan de Castellón de la Plana, por un lado, y de Benicàssim, por el otro. Los montes llamados "Agujas de Santa Águeda" y "Montornés" flanquean el valle. En el segundo se conservan los restos de un castillo que el Cid Campeador conquistó a los moros. A sus espaldas está el monte "Bartolo", con la ermita de san Miguel y una cruz en su cima, a 728 metros de altitud. 

En línea recta, a un par de kilómetros, la autopista y las vías del tren cruzan los campos de naranjos. Algo más allá, un horizonte de rascacielos junto a las playas del Mediterráneo. 

El rojo de la piedra se mezcla con los distintos tonos verdes de la vegetación; el cielo es luminoso, casi transparente, en contraste con el azul profundo del mar, surcado por corrientes plateadas. Aunque cuando se pone nublado es aún más impresionante.

En los bancales crece la típica vegetación mediterránea: pinos, madroños, algarrobos, laureles... y una gran variedad de hierbas aromáticas: romero, jaras, aliagas, espliego... En los huertos conventuales hay plantados naranjos, manzanos, nísperos, granados, caquis, nogales, olivos y otros árboles frutales.

Entre las retamas cantan los jilgueros, oropéndolas, alcaudones, mirlos, carboneros, gorriones, montanos y molineros. Unas ardillas juguetonas comen piñones cerca de la fuente de san José. El agua surge de la roca, lenta, pero constante. Las abundantes huellas de conejos junto al manantial, indican que su madriguera no está lejos.

A quienes visitan por primera vez el paraje, les sorprende el nombre. Esperan encontrarse con algunas palmeras entre dunas de arena. En realidad, la palabra “desierto” tiene aquí un significado espiritual: Es el lugar donde se retiran los religiosos durante algunas temporadas, para vivir en soledad, dedicándose de una manera más intensa a la oración, al estudio, al trabajo manual y a la vida sencilla y fraterna. 

Lo de las “Palmas” tampoco se refiere a las pocas palmeras que crecen en los huertos del monasterio, sino a los palmitos de escoba, “chamaerops humilis”, tan abundantes en la zona.

Los carmelitas descalzos comenzamos las negociaciones para la compra de los terrenos en 1688, y adquirimos la primera finca en 1691, por 950 libras. Sin embargo, la primera misa y toma de posesión no se pudo realizar hasta 1694 (el 2 de febrero, para ser exactos). Por entonces, las continuas incursiones de piratas berberiscos en las costas hacían insegura la vida en la zona, por lo que los términos de la baronía de Benicasim se hallaban prácticamente despoblados. Soledad que servía muy a propósito para los fines a los que se destinó el monasterio.

En el archivo conventual se conservan los documentos de compra, los trámites para conseguir los permisos fundacionales de la Orden, del obispo, del papa y del rey; los pleitos interpuestos por los franciscanos de Castellón y por el barón de Benicasim, los informes favorables, los acuerdos entre las partes y la aprobación definitiva.

En poco tiempo se levantó un convento con capacidad para 24 religiosos. Debido a una sucesión de tormentas y movimientos de tierra, se hundió a lo largo de 1783. Todavía se pueden contemplar las ruinas del claustro y las paredes de la Iglesia en el centro del valle. 

Entre 1784 y 1791 se construyó el complejo actual, bajo la dirección del Hno. Joaquín del Niño Jesús, teniendo la peculiaridad de ser los primeros planos arquitectónicos que aprobó la real academia de bellas artes de San Carlos de Valencia, que por aquellos años había fundado una comisión de arquitectura, encargada de “examinar, corregir, aprobar o reprobar cuantos proyectos de obras públicas se quieran realizar en el Reyno”.

En torno al monasterio central se levantan varias ermitas, lugares de mayor soledad, que constan de una capilla, una cocinita, un dormitorio y un cuarto de trabajo. También hay "antros" (edificaciones en parte excavadas en la roca) y pilares devocionales decorados con santos e inscripciones en cerámica.

Dos albergues juveniles, un centro de espiritualidad y una casa de oración enriquecen la oferta espiritual del monasterio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario