Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

sábado, 11 de junio de 2022

Santísima Trinidad: Dios es amor


El año litúrgico cristiano comienza con el ciclo de la manifestación del Señor en la carne (Adviento, Navidad-Epifanía y Bautismo de Jesús) y sigue con el ciclo de la pasión, muerte y glorificación de Cristo (Cuaresma, Semana Santa y Pascua, hasta Pentecostés). Ya en el Tiempo Ordinario (que ocupa la mayor parte del año) tenemos algunas fiestas que aún se mueven en la órbita de la Pascua: la Santísima Trinidad (el domingo próximo), el Corpus Christi (el siguiente) y el Sagrado Corazón de Jesús (el viernes posterior). Hablaremos hoy de la primera.

San Juan de la Cruz la celebraba siempre con mucho gozo, porque decía que la Santísima Trinidad es el santo más grande del cielo, de donde brota toda la santidad y toda la felicidad verdadera.

Gracias a las enseñanzas de Jesús y al don del Espíritu Santo (que nos ayuda a comprenderlas), podemos conocer el misterio de Dios. Es verdad que a Dios nadie lo ha visto nunca en esta vida. Él es más grande de todo lo que podemos ver o conocer. Pero el Hijo de Dios hecho hombre nos lo ha revelado y nos ha enseñado que Dios no es soledad infinita, sino comunión de luz y de amor, vida dada y recibida en un diálogo eterno entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo.

Como dice san Agustín, el Padre es el Amante, el Hijo es el Amado y el Espíritu Santo es el Amor que une al Padre con el Hijo.

Esta es la plenitud de la revelación: «Dios es amor». Lo es desde toda la eternidad y nos ha creado para que vivamos en comunión de amor con él. Esta es nuestra vocación: Vivir la vida de Dios en el amor. Como hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, solo podemos ser felices si vivimos en el amor.

Jesús también nos ha revelado lo que es el amor: No es un sentimiento o una atracción. Es la capacidad de olvidarnos de nosotros mismos para buscar el bien de las personas amadas, hasta el extremo de dar la vida por ellas, si es necesario, tal como hizo él.

Las monjas contemplativas viven ese amor en plenitud. Se han consagrado a amar a Dios y a los hermanos con todo su corazón, con toda su alma y con todo su ser. Como dice santa Teresita, ellas son el amor en el corazón de la Iglesia. La Iglesia española celebra su día coincidiendo con la fiesta de la Santísima Trinidad. Oremos por ellas, para que de sus monasterios sigan brotando ríos de gracia que llenen de amor a toda la Iglesia. Amén.

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