Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

martes, 29 de mayo de 2012

Ecumenismo

El domingo participé en un bautismo en la Iglesia Ortodoxa Rumana. Se trataba de la hija de un señor que trabaja para mi convento y acudimos el prior y yo. El pope ortodoxo fue muy acojedor y puso un par de personas a nuestra disposición para que nos fueran traduciendo sus palabras. El problema es que conocían bien el rumano (es su idioma natal) y el italiano (llevan años viviendo aquí), pero no entendían las palabras técnicas y estaban perdidas en los ritos, por lo que no fueron capaces de traducir casi nada, aunque el celebrante se dirigía a ellos cada rato para insistirles en que nos tradujeran.


Les sucede lo que a los católicos antes de la reforma litúrgica: que la abundancia de ritos y gestos explicativos han oscurecido y hecho incomprensible el sacramento en sí. La verdad es que lo pude seguir muy bien gracias a mis estudios de historia de la liturgia, pero comprobé que los fieles que acudieron a la celebración estaban perdidos y se dedicaban a otras cosas mientras el pope y los padrinos realizaban el bautismo. Solo una señora participaba desde el coro, respondiendo a todas las ceremonias y oraciones.


Los contenidos esenciales del rito son los mismos en todas las confesiones cristianas: lectura de la Palabra de Dios, renuncias al mal, confesión de fe, oración por el o los catecúmenos y bautismo con agua en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.


El pope y los padrinos con la niña pasaron los primeros quince o veinte minutos junto a la puerta, casi todo el tiempo mirando hacia el muro, mientras que los demás charlaban tranquilamente dentro y fuera del templo. Por lo que pude ver se estaban realizando todos los exorcismos que se hacían en la Iglesia primitiva a los catecúmenos. En cierto momento escupieron sobre la pared (los padrinos no se atrevían a hacerlo cuando se lo pidió el pope y tuvo que hacerlo él primero). Y es que antiguamente los que iban a ser bautizados profesaban su fe mirando hacia oriente (donde nace el sol) y renunciaban a Satanás mirando hacia occidente (donde se pone el sol) y como gesto de rechazo al mal, escupían en esa dirección.

Siguió una larga plegaria de bendición del agua, sobre la que versaron el myron (aceite perfumado y bendecido), desnudaron a la niña y la ungieron todo el cuerpo con óleo, como se hacía en la antigüedad, recordando a futuros cristianos que tenían que ser como los atletas, dispuestos a luchar contra el mal.

Después de las unciones prebautismales, hicieron la triple inmersión de la niña, no dejando nada fuera del agua, y después la confirmaron y le dieron la primera comunión (un poquito del cuerpo y sangre del Señor con una cucharilla), ya que los orientales celebran siempre juntos los sacramentos de la iniciación.

Lo más curioso es que cortan al recién bautizado algunos mechones de pelo (como la niña tenía tan poco, el pope estuvo bastante rato cortando un pelito de aquí y de allá). Es una manera de sellar un pacto con el Señor, dejando algo propio del recién bautizado en el templo (los cabellos se meten en una cajita debajo del altar). Al final, los padrinos dieron el bebé al pope, que lo colocó en el suelo, de donde lo recogieron los padres. Omito algunas otras ceremonias llamativas, como los incensarios con cascabeles, las vueltas que dan el pope y los padrinos con la vela encendida en torno a la pila bautismal y cosas similares.

Disfruté de la celebración y pido al Señor que ayude a la pequeña Alexia María a crecer en edad, en sabiduría y en gracia ante los ojos de Dios y de los hombres.

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