Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

sábado, 11 de julio de 2020

El carisma del Carmelo descalzo


Ya hemos hablado de los cuatro elementos fundamentales de carisma carmelitano:
1- La fuerte dimensión contemplativa.  
2- La vida en obsequio de Jesucristo.  
3- La dimensión mariana. 
4- La misión al servicio de la Iglesia. 

Santa Teresa de Jesús era carmelita y asumió los valores esenciales de la Orden del Carmelo, enriqueciéndolos con otros, que en su momento (el siglo XVI) eran nuevos, provenientes de su particular experiencia de Dios y de las intuiciones que él le inspiró. 

En el convento de San José de Ávila se fue forjando una nueva manera de vivir el carisma carmelitano. Las hermanas se reunían periódicamente para hablar con Teresa de sus ideales de vida y de su oración. En cierto momento le pidieron que pusiera por escrito los contenidos de aquellas conversaciones y ella lo hizo, redactando el Camino de perfección

De ahí podemos entresacar seis valores esenciales del Carmelo descalzo o teresiano, que sirven para todos sus miembros (frailes, monjas contemplativas, religiosas de vida activa, miembros de institutos seculares y laicos afiliados a la Orden, que en líneas generales también han sido asumidos por los carmelitas de la antigua observancia), aunque cada uno los viva con las peculiaridades propias de su estado y condición:

1- La dimensión afectiva de la oración, no entendida como repetición de textos escritos por otros (oración vocal) ni como reflexión intelectual (meditación), sino como trato de amistad con Cristo, con el que se establece una relación personal y al que se dedican los mejores tiempos de la jornada. Más importante que los métodos comunes es el camino personal para crecer en esta intimidad: «En este camino, no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho; así, aquello que más os incitare a amar, eso haced».

2- La vivencia de una sencilla fraternidad, en igualdad absoluta entre todos los miembros de la comunidad, sin importar la proveniencia o los oficios desempeñados: «Aquí todas se han de amar, todas se han de ayudar... La que tenga un padre más noble, que lo nombre menos... La tabla de barrer que comience por la priora... No se haga más con la priora y las antiguas que con las demás, sino atiéndanse a cada una según su necesidad». Para cultivar esta fraternidad sencilla y desenfadada mandó a sus frailes y sus monjas que tuvieran encuentros de diálogo y recreación después de las comidas del mediodía y de la noche.

3- El cultivo de las virtudes humanas y sociales como cimiento de la consagración religiosa: sinceridad, educación, respeto, gratitud, alegría, laboriosidad, buen humor, afabilidad, higiene: «Le enseñamos nuestro particular estilo de recreación y hermandad... Tristeza y melancolía no las quiero en casa mía... Las enfermas sean curadas con todo amor y regalo y piedad, que antes falte lo necesario a las sanas que algunos consuelos a las enfermas... Esto más con cuidado y amor que no con rigor… La priora procure ser amada para ser obedecida». Santa Teresa piensa que es inútil hablar de altas espiritualidades si faltan estas virtudes humanas, que son el cimiento de todo lo demás.

4- El interés por la formación humana y teológica, el estudio de las «letras», la lectura espiritual y el aprecio de la cultura, para poder vivir en la libertad de los hijos de Dios, que Cristo nos consiguió: «Procuren siempre tratar con quien tenga letras y tengan libertad para tratar de su oración y de su espíritu... Sean amigas de buenos libros, que son tan necesarios para el alma como el alimento para el cuerpo». Solamente las personas bien formadas pueden decidir por sí mismas, sin depender de los demás para todo y sin dejarse manipular.

5- La «esencialidad» de vida, no permitiendo que lo accesorio ocupe puestos importantes en los corazones, sabiendo que las cosas son solo medios y nunca fines en sí mismas, viviendo con generosidad el desasimiento, que es otra palabra para nombrar la verdadera libertad: «No consintamos que sea esclava de nadie nuestra libertad, sino del que la compró con su sangre... Todo lo poseo, porque nada necesito… Solo Dios basta».

 6- La pasión por la Iglesia y por cada uno de sus miembros, que se manifiesta en el espíritu apostólico (el deseo de que todos puedan conocer a Cristo) y misionero (que el evangelio alcance hasta los confines de la tierra) y el afecto hacia los sacerdotes y teólogos (orando por ellos). «No me cuestan pocas lágrimas estos indios… Daría mil vidas por salvar un alma… Piensen que para este fin las reunió el Señor y que no son estos tiempos de tratar con su Majestad negocios de poca importancia». Intuición llevada a plenitud por santa Teresita, que define su vocación como ser el amor en el corazón de nuestra Madre, la Iglesia.

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